Esta brecha salarial entre hombre y mujer asciende hasta el 19 % si hablamos de Europa y a un elevadísimo 36 % si miramos a Estados Unidos, y, según dicho informe, tardará todavía 71 años en desaparecer. Siete décadas. La mayoría de nosotros no viviremos para asistir a la igualdad absoluta.
Mitad del mundo está formado por hombres; la otra mitad son mujeres. Sin embargo, los datos de la ONU, que este 8 de marzo celebra especialmente el Día Internacional de la mujer, revelan que el bando femenino solo posee el 1 % de la riqueza mundial. Y, aún así, ellas pagan más que los hombres por el mismo producto. La culpable de este abismo es la denominada «tasa rosa», un impuesto invisible que grava las versiones femeninas de un mismo producto.
Cuando el pasado verano la revista Forbes publicó que las mujeres estadounidenses llegan a pagar al año 1.300 dólares más que los hombres por productos similares, el colectivo feminista frances Georgette Sand -que toma su nombre del femenino del pseudónimo que escogió la escritora Amandine Aurore Lucile Dupin para tener la oportunidad de publicar sus libros de forma seria- se sumergió en una concienzuda comparación de precios. Cuando terminó su análisis, tenía una importante y preocupante teoría que contarle al mundo: las mujeres llegan a pagar hasta un 75 % más por el mismo producto. Por el mismo cepillo de dientes, pero de color rosa. Por el mismo desodorante -de la misma marca- situado en el estante de cosméticos femeninos. Por los mismos guantes de fregar en tallas más pequeñas.
El movimiento, que comenzó a moverse en Twitter bajo hashtags como#womantax o #taxerose, encontró un segundo altavoz público en elTumblr The Woman Tax, actualizado periódicamente con ejemplos de cuchillas idénticas con distintos precios en función del género al que van dirigidas, matrículas de gimnasio variables si el futuro socio es hombre o mujer, hipotecas iguales pero distintas y coches que adecúan su precio al sexo del consumidor. El alboroto del colectivo puso en alerta a las autoridades francesas y el pasado noviembre el Ministerio de Economía galo emprendió un investigación propia para tantear el fenómeno.
Sin embargo y coincidiendo con el Día Internacional de la mujer es importante recordar que esta desigualdad no es producto tan solo de la sociedad actual, sometida a la dictadura del márketing, y que, como bien apuntaban las raíces de la «tasa rosa» en los datos publicados porForbes, no se trata de una circunstancia propia del nicho cosmético. Tampoco es solo cosa de grandes superficies francesas. El blog de accesorios de lujo The Purseblog se chivava a sus lectores hace algunos meses de un desequilibrio mayúsculo de estirpe textil. Una mochila de la firma Valentino se vendía en la sección femenina de unos grandes almacenes por 2.354 euros, revelaba un estudio llevado a cabo por los responsables de la bitácora, y en la masculina de otro centro por 150 euros menos. Las características del producto eran idénticas. Descubrieron también que carteras y mochilas de importantes casa de moda orientadas a mujeres se marcan habitualmente con precios superiores a las que figuran en la sección de caballero, iguales en diseño y la mayoría de las veces, mucho más grandes. Da igual que en ellas se haya invertido más tela. El coste es menor.
Los detractores del woman tax replican que la moda masculina suele ser mucho más cara que la masculina. Sin embargo, no es en este punto en el que se detiene el fenómeno reivindicativo. Es posible que, en general, el diseño textil para hombre registre unos precios más elevados, lo que responde a una oferta menor y por tanto, a un escenario de competencia mucho más reducido. Lo que denuncia la tasa rosa, sin embargo, es la preocupante distancia económica entre productos similares, exactos, diferenciados tan solo por su color, un simple marcador de género, incluso ni eso.
El tema viene de largo. En 1996 el Estado de California prohibió la diferencia de tasas en función del género y en el 2011 Bruselas reguló la fijación de los precios de los seguros, censurando las distinciones por sexo. Sin embargo, a día de hoy, Día Internacional de la mujer, no hay de momento ninguna norma interacional que castigue este tipo de desequilibrios. La disparidad en la caja registradora, pensémoslo, estaría más que atada si en lugar de entre hombres y mujeres fuese entre individuos de distintas razas.
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